El empleo está perdiendo su función como motor de integración social, especialmente para la población en situación de exclusión. Y no únicamente por la falta de acceso a un trabajo, sino por la poca capacidad de éste para generar los derechos sociales que tradicionalmente garantizaba.
Los principales motores de la precariedad son: la elevada temporalidad, los bajos salarios, la parcialidad involuntaria y la actividad laboral sin contrato (trabajo irregular). Los hogares con menores o sustentados por mujeres están especialmente afectados.
El 47,5% de los hogares en exclusión de Euskadi están encabezados por una persona que trabaja
A pesar de que un 45,9% de la población en exclusión de Euskadi accede a ingresos de trabajo como único sustento, tan solo un 7,6% accede a prestaciones contributivas.
En Euskadi el 33,9% de las personas que tienen jornada parcial desearía trabajar más horas, pero no las encuentra.
En Bizkaia, el 7% de los contratos realizados en junio de 2020 tuvieron una duración menor de 7 días.
En Euskadi, la pobreza severa afecta al 7,7% de los hogares sustentados por mujeres que trabajan mientras que en el caso de los hogares sustentados por hombres que trabajan tan solo afecta al 1,8%.